Ella es una mujer que se ha destacado entre sus compañeros por soñar, tener una hermosa sonrisa, contar historias de terror que erizan la piel y chistes que hacen reír a sus amigos sin parar.
Hace 4 años Astrid Barona trabaja en el Centro de Formación Juvenil Buen Pastor ubicado en Cali, en donde se desenvuelve como Tallerista de Marroquinería; allí llegó gracias a la instructora de taller María Elena Echeverry quien comentó sobre su sobresaliente trabajo en la Loma de la Cruz donde laboraban juntas como artesanas.
Antes de ingresar a laborar en la institución ella como otros colaboradores no sentían miedo, pero la incertidumbre era la sensación que la abordaba, esto según ella explicó fue por el imaginario construido por la sociedad y quienes creen que en un lugar como el Buen Pastor solo se van a encontrar personas agresivas o rudas; pero al llegar allí, el panorama pensado puede cambiar por completo:
“Desde el principio me sentí como en un colegio, porque el comportamiento fue de personas de este entorno; a veces me daba miedo pensar que no se interesaran en mis conocimientos, pero ahora es grato hacerlo, que los adolescentes y jóvenes puedan tener una opción más en su proyecto de vida y de hecho ha sido un reto para mí que ellos puedan montar su propia empresa con las habilidades que hayan aprendido con mi ayuda, aunque la verdad a veces creo que de ellos también se aprende mucho, porque exigen constantemente aprender nuevas habilidades y con su creatividad me sorprenden”, relató la tallerista
Astrid durante la entrevista destaco que lo que más le ha gustado de trabajar en un espacio como el Buen Pastor es que los beneficiarios aprenden a utilizar de mejor manera su tiempo libre con actividades que tengan beneficios o puedan servir para su futuro; además de compartir con los adolescentes y jóvenes de quienes comenta aprende nuevas cosas cada día de trabajo; además la motiva ver el cambio positivo que tienen muchos de ellos durante sus procesos.
Sus compañeros la reconocen como una persona cariñosa y disciplinada, que a pesar de las adversidades que pueda llegar a tener nunca deja de reír o sonreír: “ella es una persona muy tranquila, amable y querida, aunque con los muchachos es estricta, creo que es porque les quiere enseñar bien su arte; pero nunca deja atrás su dulzura la cual le ha dejado las adversidades que se le han presentado como artesana y emprendedora, por consiguiente es una mujer ejemplar desde la ética y los valores los cuales se resaltan en ella y su diario vivir”, comentaron sus compañeros y amigos María Fernanda Mosquera y Vilmar Mosquera.
Para la tallerista siempre había sido un sueño poder trabajar con población privada de su libertad; pero no imaginó lograr enseñar sus habilidades a adolescentes y jóvenes que estuvieran en conflicto con la ley, ahora su empleo se ha convertido en un reto diario de aprendizaje bilateral: “Anteriormente había dado capacitaciones con problemas cognitivos y población de adultos mayores; pero siempre que pasaba por Villa Hermosa pensaba en poder dar clases a quienes estaban privados de la libertad; pero se me dio la oportunidad aquí y estoy muy feliz”, puntualizó Astrid.